Lema

impluvium y atalaya

Vivienda unifamiliar

Arquitecto
Mariano Molina Iniesta
Colaboradores
José Luis Zabala de Lope, Enrique Sánchez Vázquez
Medición, director de ejecución y seguridad y salud
Juan José Herranz Calleja
Fotógrafo
Miguel de Guzmán
Situación
Las Rozas, Madrid
Fin de Obra
20/05/2015
Fabricante de Ladrillo
Cerámicas Manuel Torres

Sobre una parcela en pendiente con unas vistas privilegiadas, se pidió la construcción de una vivienda esencialmente en un solo nivel, en la que la cocina debía ser un elemento protagonista. Con estas premisas, junto con la voluntad de capturar el espacio abierto anexo hasta donde fuera posible, se organizó la casa alrededor de dos patios: uno denominado patio de sol, orientado a levante y mediodía, en el que se sitúa la piscina, y un patio de sombra, orientado a norte, de carácter más íntimo e informal; la cocina actúa como elemento de conexión y articulación, participando simultáneamente de ambos. La piscina se prolonga en forma de estanque hasta su borde mismo y la anima con un juego constante de reflejos.

A este sistema de patios se añade un tercero, denominado de acceso, pensado para dar un cierto carácter ceremonial al acceso principal, al tiempo que se salvaguarda su privacidad desde la calle.
De la macla de volúmenes que conforman el proyecto se destaca la zona de estar, que ocupa la posición central del esquema, vuelca hacia el patio de sol y gira en torno a una gran chimenea colgante, que define dos ámbitos diferenciados. Rodeada de luz cenital y de un techo en forma de impluvium, la chimenea se convierte a mediodía en una gran linterna que ilumina toda esta área central. Finalmente, los dormitorios se agrupan en dos volúmenes que se despegan de la parte más baja del solar y dominan el paisaje a modo de atalayas.

Constructivamente se buscaron texturas gruesas y presencia de la materia: por debajo del nivel de piso domina un hormigón levemente abujardado, y por encima de él un ladrillo de fabricación manual que hacia la calle se manifiesta como una envolvente prácticamente continua, sólo salpicada ocasionalmente por celosías de mismo material. La continuidad de la piel cerámica se lleva incluso a la cubierta, que a pesar de no ser estrictamente transitable, está acabada en baldosín catalán, imaginando que, ocasionalmente, sus habitantes subirán a ella para otear el horizonte.